Viajar en el tren Corcovado es como retroceder en el tiempo. Este trenecito rojo empezó a subir en 1884, décadas antes de que se construyera el Cristo Redentor, lo que lo convierte en el ferrocarril turístico más antiguo de Brasil.
A lo largo de los años, el tren ha cambiado el vapor por la electricidad, haciéndose más silencioso, limpio y respetuoso con el medio ambiente. Hoy, se desliza suavemente por el Parque Nacional de Tijuca, preservando la belleza de la selva tropical que atraviesa.
Durante más de un siglo, esta atracción ha dado la bienvenida a participantes de renombre, como el Papa Pío XII, Albert Einstein y Diana, Princesa de Gales, y a millones de visitantes cotidianos que querían experimentar la vista más emblemática de Río. Cuando embarcas, te unes a una larga fila de viajeros que han hecho el mismo viaje, lo cual es completamente inolvidable.